un mar de musgo que se deforesta.
Aunque los pómulos oblicuos del océano
siempre halan
a sentir el aguasal entre los poros abiertos,
los rasguños de espinas y heridas de rocas,
por montaña llegaremos
a cualquier cuerpo, tormenta, nubes en pantalones, tornado o mar.
Ni que fuéramos dóciles ante las agudas y escarpadas,
porque no es vergel
si no salvaje, manigua y perecedero,
mordisco altanero,
salto de fe.

Me rondan los estribos,
hay una danza de amarre
un velorio
mil entierros
Una letanía que murmura
sin comisura de labios
ni pausa o descanso